Pasan las horas, minutos y segundos, días que despido con la duda de un por qué.
Y creyendo cada día, a la espera de una llamada que no da cita, llegar al final del camino; corriendo raudo sobre su actual anarquía y dirección, entiendo que contando hojas fallidas de otoño, silbándole, a la estela de un ciprés, que me obliga a la sombra del artesano, puedo caer en la mentira.
Que la resignación es un desamparo del espíritu, un refugio de pobre porvenir.
Que quién comprenda su presente, magna obra tendrá ganada, que será un ingeniero de futuro, mecenas de pasado y salvado de pecado.
Pensar y pensar que la casa cede por el tejado y que la poesía, hoy día, sólo se escribe en casa del vecino. Que para tí de momento la tinta queda vetada. Que la manzana a la que llega tu altura, queda a 10 cm, barrera infranqueable.
Mañana, tras el dulce sabor de que miles hayan visto Villaverde, y el amargo de la ausencia y soledad en esta labor, viajaré al Santander que grabé hace poco.
A enseñaros sus entrañas y reliquias.
Volveré a ensuciar, hasta el vertedero, mi vetusto mono de trabajo.
¡Quiero Trabajar en Callejeros!